viernes, 8 de abril de 2011

Hasta la madre

Los mexicanos estamos hasta la madre de la violencia que vivimos a diario, de las consecuencias de una "guerra contra el narcotráfico" mal planeada y peor ejecutada, de la indolencia de las autoridades, de las muchas realidades que tenemos que enfrentar como resultado de ésto. Por mencionar sólo algunas:

1. En México hay "982 bolsones territoriales de ingobernabilidad, similares a Afganistán, en donde no hay autoridad formal del Estado y la autoridad es el grupo criminal, o bien el Gobierno municipal trabaja o forma parte del grupo criminal." Edgardo Buscaglia.

2. "En México, según diagnósticos de la PGR, sólo en 2010, se lavaron alrededor de 10 mil millones de dólares." Carlos Navarrete, durante la inauguración del Seminario Internacional sobre Corrupción y Lavado de Dinero.

3. "De los 53 mil 174 detenidos por presuntos nexos con el narcotráfico en lo que va del gobierno calderonista, y en los últimos tres años del de Vicente Fox, únicamente 941 pertenecían al cártel de Sinaloa" Edgardo Buscaglia a The Economist.


4. "Desde 2000 un total de mil 680 integrantes de los Batallones de Fuerzas Especiales y los Grupos Anfibios de Fuerzas Especiales (Ganfes) del Ejército han abandonado las filas militares y están catalogados como evadidos."

5. "Según las cifras del INEGI, sólo en 2008 y 2009 hubo en realidad algo más de 43 mil homicidios" Fernando Escalante Gonzalbo

6. "La guerra contra y entre carteles de la droga provocó el desplazamiento de unas 230,000 personas en los últimos años" Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos.


Todas esas cifras están perdidas enmedio de la tragedia humana, enmedio de la horrible normalización de la violencia, de la inclusión en el lenguaje diario de palabras como "encobijados" y "levantón". Y vino a reventarnos en la cara cuando nos enteramos, el lunes 28 de Marzo, que Juan Francisco Sicilia Ortega, el hijo del poeta y articulista Javier Sicilia había sido asesinado. Torturado y asfixiado, abandonado junto con otros cinco hombres y una mujer, asesinados de la misma manera.

Y nos quedó claro: Ya puede ser cualquiera. Yo, tú, mi hija, tu hermano, quién sea. Todos.

El miedo además crece con la impunidad, con el hecho de que los más de treinta y cinco mil asesinatos adjudicados al narcotráfico en este sexenio no han sido investigados. Ningún consignado por el homicidio de los que Felipe Calderón insiste en transmutar en no-humanos. Gente que por el hecho de pertenecer al crimen organizado (o ser acusados de serlo, porque las autoridades no se preocupan siquiera en probarlo), de alguna manera pierden la calidad de ciudadanos. No hay derecho a la vida, presunción de la inocencia, son la nada.

Y la nada nos vino a comer a todos. Cualquiera de nosotros un mal día, pasando por el lugar equivocado, con una bala perdida, acusados de ser criminales pasaremos a ser parte de esa nada. Se salvan los que tienen oportunidad de ser reclamados públicamente, los hijos de empresarios, la hija de una mujer que gritó de dolor al finalizar el juicio de su asesino (quién fue absuelto por unos jueces que siguen defendiendo su decisión cínicamente), algunos estudiantes de una Universidad privada... y son los menos.

Y los más, vimos como las autoridades trataron de calificar de delincuentes a Juan Francisco y sus amigos. tras el hallazgo de sus cuerpos amontonados en una camioneta, en la ya tristemente llamada "Carretera de la muerte"... que además es irónicamente la más cara de México. Esta vez no. Ya no.

Estamos hasta la madre.

Y salimos a la calle el miércoles, para gritarlo. ¡Estamos hasta la madre!

Hasta la madre del discurso malévolo de Felipe Calderón, que nos acusa de cómplices del narco y nos exige callarnos la boca y dejar de quejarnos porque alejamos el turismo y las inversiones.

Hasta la madre de la complicidad con el crimen organizado de muchos miembros de las Fuerzas Armadas, de los agentes de la Policía Federal, de los Policías Municipales, de los altos funcionarios de la PGR. De todas las instancias ante las que, en lo que solamente puede ser una broma cruel, nos piden presentar nuestras denuncias.

Nos llamó Javier Sicilia, el padre cuyo dolor no tiene nombre. Como él nos lo hizo notar, a las personas que se quedan sin padres se les llama "huérfano", la muerte de un hijo es tan anti natural, que no tiene nombre. "Javier Sicilia / Somos tu familia", gritabamos en la marcha las miles de personas que decidimos alzar la voz.

Aunque probablemente, la consigna más fuerte fue la que inició en las filas del contingente de los estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y que terminó por envolver todas las gargantas: "¿Por qué? ¿Por qué? / ¿Por qué nos asesinan? / Si somos la esperanza / De América Latina".

Y es que en esta mal llamada "guerra", a la que Anabel Ocampo terminó por llamarle de plano "La guerra del gobierno federal contra los cárteles enemigos del Cártel de Sinaloa", las víctimas preferidas son los jóvenes. Víctimas sociales o materiales, ambas.

Víctimas sociales los jóvenes sin educación o trabajo que encuentran en el crímen organizado una manera más fácil de hacer dinero. Víctimas materiales los primeros y los que se encuentran enmedio de las balaceras, caminando en la calle o bailando en el "antro".

De las víctimas del crimen organizado, entre los años 2009 a 2011, dos mil trescientos cinco eran jóvenes de entre 15 y 17 años, según un estudio elaborado por la Red de los Derechos de la Infancia (Redim).

Convocados por el llamado de Sicilia, acudimos a la marcha alrededor de treinta mil personas. Hicimos paradas frente de los cuarteles de la Venticuatroava Zona Militar, la PGR, el Congreso del estado y finalmente el Palacio de Gobierno. Nos detuvimos para escuchar los discursos del poeta a los militares, al Ministerio Público y al gobierno estatal, para mostrar nuestra solidaridad con la causa del padre de un hijo asesinado brutalmente, que es la nuestra, y para que nos escucharan fuerte y claro: Estamos hasta la madre.

Él se quedó en el zócalo en un plantón para exigir justicia en el caso del asesinato de su hijo. La protesta tiene como límite el 13 de Abril. Si para esa fecha no se han presentado a los culpables, se nos convoca a una nueva manifestación, esta vez en la Ciudad de México, para exigir la renuncia del Gobernador de Morelos.

Así erosionaron nuestra paciencia. Este margen de tiempo tienen para demostrarnos que podemos aspirar a la justicia.

Estamos hasta la madre.



Lourdes Lorence Quiñones



Fuentes:

1. "Cárteles controlan casi mil territorios del país, dice experto"
27 de Junio del 2010
Informador.com.mx
http://www.informador.com.mx/mexico/2010/213282/6/carteles-controlan-casi-mil-territorios-del-pais-dice-experto.htm

2. El Narcotrafico lavó 10 mil millones de dolares en 2010 en México
09 de Febrero de 2011
Acento21
http://www.acento21.com/acento/15PP09022011.html

3. "Las cifras y los cárteles" Jorge Alejandro Medellín
07 de Marzo del 2010
Milenio Semanal
http://www.msemanal.com/node/2007

4. "Desertaron en 10 años 1,680 soldados de élite" Víctor Hugo Michel
07 de Marzo del 2011
Milenio.com
http://www.milenio.com/node/663819

5. "Homicidios 2008-2009. La muerte tiene permiso" Fernando Escalante Gonzalbo
Enero 2011
Revista Nexos
Se menciona en el artículo "La muerte tiene permiso, 2"
http://impreso.milenio.com/node/8891095

6. "México: desplazamiento forzado a consecuencia de la violencia de los carteles de la droga" IDCM
Mencionado en el artículo "Los desplazados por la violencia narco en México"
BBC Mundo
29 de Marzo del 2011
http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/195617/BBC%20Mundo/Los-desplazados-por-la-violencia-narco-en-M%C3%A9xico

jueves, 3 de febrero de 2011

John Ross 1938 – 2011

“Ross, tú sabes que nunca aprendiste cómo ser un prisionero. ¡Pongan eso en mi tumba, camaradas! ‘Él nunca aprendió como ser un prisionero’”. Extracto del discurso de John Ross “La lucha sigue”.

La frase es de uno de los guardias de la prisión federal Terminal Island en San Pedro California, en donde Ross estuvo preso desde Agosto de 1964 hasta Mayo de 1965, por negarse a servir para las fuerzas armadas de su país en la guerra de Vietnam. Fue el primer miembro de la resistencia pacífica en ser encarcelado por negarse a pelear en una guerra injusta y criminal.

Así fue su vida, era un activista social convencido de la inutilidad de la guerra, crítico de su país por las intervenciones militares alrededor del mundo y su política económica depredadora. Admirador de las comunidades indígenas mexicanas y su lucha por el reconocimiento de sus derechos, simpatizante del movimiento Zapatista y acompañante de los esfuerzos democráticos en México en las campañas presidenciales de Cárdenas en 1988 y de López Obrador en el 2006.

En 2005, la Ciudad de San Francisco lo nombró ganador del premio “Upton Sinclair” de la Unión de Libertades Civiles de América, John Ross rechazó el premió y leyó en la ceremonia, un documento, que tituló “La lucha sigue. Dulce venganza en Isla Terminal” ("The Struggle is Never Done. Sweet Revenge at Terminal Island”). La primera parte del título, explica Ross, se debe al grito de lucha en las manifestaciones mexicanas: “¡Zapata vive, la lucha sigue!”.

En este texto, Ross hace un recuento de varias etapas de su activismo, tanto en Estados Unidos como en México. En el mismo, declara: “Yo no era un pacifista. Yo siempre pensé que tomaría un arma para defender a los nuestros, pero no para matar o ser asesinado en una guerra capitalista”. Contó también, que durante una estancia en la celda de castigo, mientras estaba en prisión, logró mantenerse cuerdo repitiendo el mantra del “tío Ho” (apodo cariñoso para el líder vietnamita Ho Chi Minh): “estar encadenado/ es un lujo/ por el cual competir/ los encadenados al menos/ tienen un lugar donde dormir”.

Los meses de encierro fueron duros para Ross, el dentista de la prisión le arrancó varios dientes y le rompió la quijada. También perdió un ojo, debido a la golpiza que recibió de un policía de San Francisco, en la represión de una de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam.

John Ross era escritor, poeta, activista y agitador, según lo define su amigo Tim Redmond, del periódico San Francisco Bay Guardian, en donde Ross era colaborador. También colaboró en los periódicos The Nation, CounterPunch, Pacific News Service y el mexicano La Jornada.

Era un apasionado del jazz, perteneció al movimiento literario de los cincuentas “Generación beat”, movimiento artístico contestatario del “establishment” estadounidense que desarrolló un nuevo enfoque para la expresión literaria, que requería un lenguaje honesto, directo, crítico, sarcástico y mordaz. Este movimiento es el antecedente de la contracultura de los sesentas.

Siguiendo los pasos de dos de los más grandes representantes de este movimiento, Allen Ginsberg y William Burroughs, Ross llega a la Ciudad de México el 26 de Septiembre de 1985, justo después del gran sismo. Ahí se relaciona con el movimiento ciudadano de reconstrucción y posteriormente al movimiento de lucha por la democratización del sistema político mexicano y acompaña a Cuauhtémoc Cárdenas en su gira por el país en la campaña presidencial de las elecciones de 1988.

Vivió desde 1985 en la Ciudad de México, en un cuarto del Hotel Isabel, en el centro histórico y por algunas temporadas en Santiago Tzipijo, Michoacán. Viajó a Chiapas en 1994, cuando se reveló a la luz pública el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y escribió varios libros sobre este movimiento.

Ross se hace muy crítico del movimiento zapatista en 2006 (aunque sigue estudiándolo) cuando se organiza La Otra Campaña, pues era un convencido simpatizante del movimiento Obradorista. Denunció el fraude electoral del 2006 en los medios estadounidenses en los que colaboraba, como The Nation y el sitio de internet Democracy Now.

Era un internacionalista. Vuela a Bagdad, la capital de Irán en 2003 para participar como “escudo humano” ante la invasión estadounidense de ese país, sin embargo fue expulsado por Saddam Hussein en respuesta a sus protestas porque el ejército iraní protegía instalaciones de gobierno en lugar de a la población civil. En 2005, después de su discurso en San Pedro California, Ross se encontraba de camino a Estambul para estar presente en las audiencias del Tribunal Mundial para los Crímenes de Guerra en Irak.

Sus correos a su amigo Tim Redmond iban usualmente firmados con alguna referencia a sí mismo. Así, cuando se burlaba de la falta de uno de sus ojos, firmaba “Juan Eye” (juego de palabras para decir en inglés “One eye” que se traduce como “Un ojo”), al momento de su viaje a Bagdad, firmaba “John Ross, escudo humano”, cuando se entera que tiene cáncer hepático terminal firmaba “John Ross, todavía no ha muerto” y en sus últimas correspondencias firmó “En solidaridad John Ross en ruta” (insolidarity johnross enroute).

John Ross muere a los 72 años de cáncer de hígado en la Casa Santiago, una casa de huéspedes en el pueblo de Tzintzuntzan, cerca del Lago Pátzcuaro, dejando un hijo, Dante A. Ross, una hija, Carla Ross-Allen, y una nieta, Zoe Ross-Allen. Según su voluntad, sus restos serán repartidos en Michoacán, la Ciudad de México, San Francisco y Nueva York, su ciudad natal.

Algunos de sus libros son: "Rebellion from the Roots: Zapatista Uprising in Chiapas" (“Rebelión desde las raíces: levantamiento zapatista en Chiapas"), “El monstruo: Dread and Redemption in Mexico City” (El monstruo: Pavor y Redención en la Ciudad de México) “The War Against Oblivion: The Zapatista Chronicles” (La guerra contra el olvido: Crónicas zapatistas).