jueves, 12 de febrero de 2009

Dios no existe


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El teléfono está sonando, despierto repentinamente. Me cuesta trabajo abrir los ojos, así que intento descubrirlo con las manos. Pum, pum, pum, suena un par de veces, hasta que doy con el aparato.

- ¿Bueno? – digo casi ronco
- ¿Gabriel? – suena la voz temblorosa de un hombre
- Sí, ¿qué pasó? Me despertaste
- ¿Ya viste el periódico? – pregunta casi susurrando
- ¿Qué pasa con esta preguntadera en la mañana? No, no lo he visto, cancelé la suscripción, me cuesta menos pagar el Internet.
- No el nacional, Gabriel… el local ¿no has salido de tu casa?
- Te acabo de decir que me despertaste, Arturo
- Sí, sí, perdón – dice contrariado – Sal a comprar el periódico local, cuando lo tengas en las manos me marcas.

Cuelgo el teléfono. Que ganas de joderle a uno el día, pienso mientras me incorporo de la cama. Volteo a ver el piso, buscando mis sandalias, me las pongo mientras bostezo y volteo a ver el reloj. Las siete de la mañana, las pinches siete de la mañana.

A este cabrón no le bastó con verme todo el día ayer, me despierta en mi único día de descanso; no se puede esperar a que nos veamos mañana, ¡está peor que mi ex mujer! – me quejo con el gato, que asume que lo estoy regañando y sale corriendo de mi cuarto. ¡Gato maricón! Le grito, pero ya ni él me escucha.

Ahora hay que salir a comprar el periódico, a ver si no me topo con doña Esperanza, no soporto los sermones en la mañana.

Me pongo la playera que traía puesta el día anterior. Está sucia, pero no me he bañado, no tiene caso ponerme una limpia, me justifico.

Salgo del cuarto, paso por la sala, a donde se fue a dormir Demóstenes, el gato maricón. Le pateo un poco el sillón, pero esta vez no se para, sólo me maúlla. ¿No estés chingando? Le pregunto mientras sonrío. Me volteo y veo la puerta, al lado derecho la única mesita que me dejó Rosario y encima las llaves, que boté en cuanto entré a la casa en la madrugada.

Pinche Arturo, más te vale que sea importante.

Voy saliendo de mi casa y me encuentro de frente a doña Esperanza.

- Buenos días – le digo apenas sonriendo
- Buenos días, don Gabriel, que milagro verlo tan temprano. ¡Qué Dios lo bendiga! – me grita, mientras yo me alejo lo más rápido posible.

“Dios no existe, los seres de la naturaleza se sostienen por si mismos”, pienso. La imagen de Ignacio Ramírez me viene a la mente, la única que tengo clara de él, en el mural de Rivera, con el cabello cano y la expresión seria.

Llego a la calle, huele a gorditas de frijol y a detergente, la señora del restaurante que está a un lado de mi edificio está lavando su piso, antes de recibir a los obreros de la armadora de autos, que salen a desayunar a las ocho.

Buenos días, le digo de buena gana. Ella me sonríe y continúa lavando.

Cruzo la calle corriendo, aunque no hay carros circulando por mi calle a estas horas. Las pinches siete de la mañana – me repito - ¿ahora qué Secretario se murió o a quién mataron? Me detiene en seco esa pregunta. Que no haya sido la gente de la sierra, pinche ejército, les rodean la comunidad cada que hay asamblea.

Continúo el camino al puestito de revistas, esta vez ya no me quejo de la hora, voy repasando la lista de nombres de la gente con la que nos reunimos ayer, como si descartarlos como víctimas en mi mente los protegiera de hechos dados.

Llego al puestito, que atiende en la mañana un señor de mediana edad. Usa unos curiosos lentes de fondo de botella, y parece molestarle el concepto mismo de los viene-viene, porque se la pasa discutiendo con los que administran el espacio hasta donde le da su limitada vista. En la tarde lo atiende su hija, una adolescente gordinflona a la que no le molestan los viene-viene, ella pasa su tiempo contenta hojeando las revistas que vende y haciendo su tarea.

- Buenos días, don Chava
- Buenos días, me contesta sin levantar la mirada. No hace falta, reconoce mejor a la gente con el oído que con los ojos.
- ¿Me da el periódico local? La urgencia por saber lo que hizo la crema y nata de esta ciudad el fin de semana me carcome – le digo casi riendo.
- Ándele, son 12 pesos. La edición del domingo, con fotos a color de las fiestas a las que no nos invitan es más cara.
- Gracias don Chava, y dígale a su hija que si quiere matar el tiempo con material más valioso que la Vanidades, le puedo prestar algunos libros.

El asiente ya sin ponerme mucha atención, se voltea de inmediato a gritarle a un viene-viene que mandó a un despistado a estacionarse enfrente de su puestito. Me alejo escuchando la discusión. Ah que don Chava, a ver si no le parten la madre los del sindicato de viene-vienes, pienso mientras niego divertido con la cabeza.

Llego agitado a la puerta de mi departamento, regresé casi corriendo, esperando que el periódico no me vomite una nueva lista de detenidos. Lo hojeo rápido y no encuentro ninguna nota sobre operativos militares, nada que llame mi atención. Tomo el teléfono y marco el número de Antonio, me contesta al segundo tono.

- ¿Bueno?
- ¿Qué pasó compadre? ¿Cuál es tu noticia urgente? Si me levantaste para que viera las fotos de la boda de la hija del gobernador te desheredo y ya no te quedas con Demóstenes.
- ¿Ahí tienes el periódico?
- Sí, no veo nada, ¿qué pasó?
- Ve la página cuarenta y dos, una notita del lado derecho.

Paso las páginas, llego a la cuarenta y dos, que es parte de la sección de nota roja, justo antes de los avisos de ocasión. “Hombre decapitado, encontrado en la carretera. No hay sospechosos…”, leo.

- ¿Y esto?, le pregunto francamente confundido
- El señor al que le dimos aventón ayer, Gabriel - me dice con la voz entrecortada – sigue leyendo.

“…El horrendo crimen se cometió justo debajo del puente del kilómetro ochenta y seis, en la carretera federal a México. La víctima era un hombre de entre 45 y 50 años, de tez morena. El cuerpo no ha sido reclamado…”

La sangre se me hiela, balbuceo algunas palabras y cuelgo. El teléfono vuelve a sonar varias veces, pero ya no contesto, estoy tratando de recordar el regreso a mi casa. La memoria me regresa invariablemente a la misma escena.

Estamos en la sierra, la gente de ese pueblo nos contactó por casualidad, en una reunión sobre el campo mexicano y las “Metas del Milenio” de la ONU. Meses después ya estábamos armando un proyecto de exportación de mermelada de nopal a la Unión Europea.

El problema es que la comunidad se organizó originalmente para protestar por un proyecto de desarrollo urbano del gobierno estatal, que iba a afectar el bosque y el abastecimiento de agua de varios pueblos alrededor, el suyo incluido. A partir de ese momento han sido constantemente acosados por la policía estatal y, recientemente por el ejército, con la justificación de los operativos contra el narcotráfico.

Ya van en el tercer operativo, en todos ha habido detenidos, los acusan de cosas como tráfico de enervantes o secuestro equiparado y ataque a las vías generales de comunicación. Dos de ellos no fueron presentados ante el Ministerio Público, por lo que ya nos volvimos expertos en la peregrinación burocrática para solicitar información sobre los detenidos.

Mientras tanto, hemos tratado de llevar todos los apoyos materiales que nos ha sido posible. Ayer estábamos terminando de asignar tareas para concluir el proyecto de exportación y repartiendo despensas y material didáctico bilingüe, que logramos canalizar a través de una ONG.

Terminamos tarde de descargar, para llevar las cosas Antonio y yo ocupamos una camioneta que nos prestó su primo, es de sólo dos plazas pero tiene una cajuela grande, perfecta para la tarea de ese día. Había que devolverla al día siguiente, por lo que decidimos regresar, sin importar la hora.

Veníamos de regreso, tratando de sintonizar alguna estación de radio decente, pero las esperanzas se nos esfumaron entre K-paz de la Sierra y el nuevo éxito de Britney Spears.
A la mitad del camino, nos encontramos a un hombre con pinta de campesino, pidiendo aventón. Nos detuvimos y le dijimos que no había espacio en la cabina, pero que podía subirse a la cajuela. Cuando llegamos a la ciudad, Antonio se bajó para avisarle que podía bajar, pero ya no estaba ahí.

Aventuramos un par de teorías sobre el momento en que debió haber saltado de la camioneta, despavorido por el frío o nuestra conversación. La música resultó ser nuestro villano favorito, nos gustó la idea de un campesino, amante de Wagner, que es incapaz de soportar un trayecto de su camino, amenizado por los éxitos de los Temerarios.

No teníamos como imaginar lo que le pasó. Releo la noticia, pero cada vez me duele más. Me duele no saber su nombre, me duele saber que nadie ha reclamado el cuerpo, y me duele la frase final del articulito de la sección de nota roja: “la decapitación apunta a un ajuste de cuentas del narcotráfico.”

Claro, la conclusión lógica viene de suponer que es un campesino que plantaba marihuana y murió víctima de un ajuste de cuentas. ¿Quién va a aventurar la posibilidad de que un par de pendejos no pensaron que el hombre que venía parado en la cajuela de su camioneta, no iba a reaccionar suficientemente rápido ante el inminente impacto de un puente bajo, que se le acercaba a 120 kilómetros por hora?

Cierro los ojos y la imagen me persigue. ¿Cómo le pide perdón un ateo a un muerto, sin que interceda el cielo?

Perdóname, digo en voz baja.

4 comentarios:

  1. Veeeeerga... vaya, "la vida te da sorpresas"... de cualquier manera no creo que hayan sido ustedes, digo, para decir que estaba decapitado debieron cortarle la cabeza, osea, hay estudios y todo, un madrazo en un puente le arrancaría la cabeza... no? serían heridas diferentes...

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  2. Hola,

    Pues gracias por agregarme a los blogs que sigues y bueno... es un cuento. A decir verdad salió de una anécdota y no me puse a investigar mucho respecto a qué tanto podría causar un golpe a esa velocidad, pero la inspiración salió de una historia real.

    Igual y luego decapitaron al señor, habrá que enterarse bien.

    Mientras tanto me pareció buena inspiración, salió una historia medio macabra pero interesante, je.

    Saludos =)

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  3. Cuando lo macabro se convierte en real, en algo cotidiano, provoca acostumbramiento. Y ese es el peor defecto de las sociedades modernas.
    Hoy nos causa asombro lo que pasado mañana tomaremos como lo más normal del mundo.
    Muy buena la historia.
    Saludos!

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  4. oh si!! me gusta como escribes... Saludos...

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